Solo dos semanas antes, Garcia había derribado a Devin Haney tres veces. La victoria parecía alimentar su ya segura personalidad. La arrogancia de Garcia y su actividad incesante en redes sociales se convirtieron en su sello antes de la pelea contra Romero.
La noche de la pelea comenzó con un espectáculo. Garcia llegó en un "Batimóvil", haciendo alarde de su apodo "King Ry". Romero, en contraste, llegó en un clásico taxi amarillo de Nueva York, vestido como una versión moderna de Marty McFly de "Volver al futuro".
Una vez que sonó el gong, el espíritu luchador de Garcia pareció desaparecer. Romero tomó el control del ring, eventualmente enviando a Garcia al lona. La actuación dejó a muchos preguntándose qué había pasado con el Garcia que conocían.
La respuesta estaba en el reciente pasado de Garcia. Había cumplido una suspensión de un año tras dar positivo en ostarina. El tiempo alejado del ring lo dejó física y mentalmente agotado.
Después de la pelea, la actitud de Garcia cambió drásticamente. En el backstage, se sentó en un camión, visiblemente molesto y llorando. Les dijo a los reporteros:
"Hizo una buena pelea, me sorprendió temprano. Sin excusas. Hizo un gran trabajo, y eso es todo. Estoy feliz de haber subido al ring y pelear 12 asaltos. Me quito el sombrero ante Rolly, hizo un gran trabajo."
Garcia también reconoció la necesidad de cambio:
"Solo tengo que empezar de cero con mi equipo, hablaremos de ello y veremos qué hacemos."
La derrota marca un punto bajo en la carrera de Garcia. Sus recientes publicaciones en redes sociales ya habían suscitado preocupaciones sobre su salud mental. Ahora, con esta derrota, enfrenta el desafío de reconstruir tanto sus habilidades de boxeo como su imagen pública.
A medida que Garcia mira hacia el futuro, los aficionados y los insiders del boxeo esperan que esta experiencia lleve a una mayor humildad y a un renovado enfoque en su oficio. El camino de regreso a la cima no será fácil, pero es un viaje que parece estar listo para emprender Garcia.