Mike Tyson se siente afortunado de haber peleado contra Larry Holmes cuando lo hizo. El ex campeón de pesos pesados recientemente habló sobre su pelea de 1988 con Holmes en el podcast de Joe Rogan.
Tyson, conocido como "Iron Mike", irrumpió en la escena del boxeo en 1985 a solo 18 años. Rápidamente ascendió en las clasificaciones, convirtiéndose en el campeón de pesos pesados más joven de la historia cuando noqueó a Trevor Berbick para el título WBC en 1986. La rápida ascensión de Tyson a la cima del mundo del boxeo fue nada menos que espectacular.
A los 21 años, Tyson había unificado la división de pesos pesados, sosteniendo los títulos WBC, WBA e IBF después de vencer a James Smith y Tony Tucker.
A principios de 1988, Tyson, todavía en sus 20s, se enfrentó a Larry "El Asesino de Easton" Holmes. Holmes estaba más allá de su mejor momento y haciendo un regreso después de un largo descanso. Tyson ganó la pelea con facilidad.
Pero ahora, Tyson está reflexionando sobre esa pelea con una perspectiva diferente. Le dijo a Joe Rogan:
"Qué luchador ... Después de que peleó conmigo, casi venció a Evander Holyfield y Oliver McCall, 1 o 2 puntos de vencerlos, dije 'Dios santo', estaba tan feliz de haber peleado con él en su primera pelea [después de su regreso], habría sido diferente después de que tuviera 10 o 15 peleas porque era bueno."
Holmes, quien reinó como campeón mundial de 1978 a 1985, demostró que aún le quedaba mucho en el tanque después de la pelea con Tyson. Siguió boxeando hasta 2002, desafiando por títulos mundiales contra Evander Holyfield en 1992 y Oliver McCall en 1995. Aunque perdió ambas peleas, fueron combates reñidos.
Holmes terminó su carrera con una victoria sobre Eric 'Butterbean' Esch en julio de 2002, su 75ª pelea profesional. Se retiró poco después, dejando un legado que incluye ser el único hombre en detener a Muhammad Ali, aunque cuando Ali estaba muy por debajo de su mejor momento.
La admisión de Tyson muestra el respeto que tiene por Holmes y reconoce cómo el tiempo jugó un papel crucial en su encuentro. Es un recordatorio de lo impredecible y fascinante que puede ser el deporte del boxeo, donde la forma y la preparación de un luchador pueden marcar toda la diferencia.