Medalla de oro olímpica, títulos de campeón en seis categorías de peso, diecinueve campeones del mundo derrotados (entre ellos Pernell Whitaker, Julio César Chávez, Fernando Vargas, Ike Quarti y Arturo Gatti), miembro del Salón de la Fama del Boxeo. Literalmente, pocos boxeadores pueden presumir de tales logros, pero a pesar de ello, el Golden Boy se siente un poco insatisfecho.
"Es como escalar una montaña. Quieres llegar a la cima, es tu meta, tu sueño. No hay vuelta atrás. Una vez que llegué a la cima, no me sentí satisfecho. Gané 11 títulos de campeón en seis categorías de peso. ¿Quién diablos no estaría contento con eso? Sin embargo, no aproveché mi potencial en el ring. Podía demostrar mucho más".
"Toda la presión era demasiada. La presión que había sentido desde la infancia, causante de toda esta ira, iba en aumento. Sabía que volvería a mí. No creo que ningún boxeador pueda decir que se sintió como yo cuando subí al ring. No luché contra el enemigo, luché contra mí mismo. Yo era mi peor enemigo, estaba listo para explotar. Como Golden Boy, no podía hacer nada mal, no podía. Siempre estaba en una camisa de fuerza, no podía ser yo mismo. Me hacía llevar una doble vida".
El alcohol, las drogas y las fiestas eran ese elemento constante de la "segunda vida" de la que habla De La Hoya. Su padre, Joel padre, cree que Óscar habría sido aún mejor de no ser por su afición a las fiestas.
"Si Óscar se hubiera centrado al cien por cien en sus combates, habría sido aún mejor. Si sus colegas no le hubieran molestado con sus fiestas en las que se destrozaba a sí mismo, todo le habría salido de otra manera", resumió el padre del jefe de Golden Boy Promotions.